dilluns, 27 de setembre del 2010

Relato corto: Penumbra

 Dejo un relato corto que escribí para el concurso El CIRCO del foro de Ogame (http://board.ogame.com.es) y con el que conseguí mi único "buen" resultado en él quedando en tercera posición.
 
 
Penumbra


El tenue eco de unos pasos se filtró por los diferentes niveles de su conciencia. Era hora de volver: Sus ojos, aún turbios, mostraron esos iris tan azules, tan profundos y vastos; esos de los que se decía que podían llegar a enloquecer al hombre más cuerdo. Eran decenas, centenares, quizás miles los años que habían contemplado desde las sombras de las bambalinas y ahora alguien se acercaba a su refugio, a su morada: Siempre el mismo guión.


El Sol relucía especialmente cuando el grupo de extraños golpeó con fuerza las pesadas puertas del sagrado Tukut’sha: Pasaron más de dos amaneceres antes que obtuvieran respuesta, el protocolo era invariable. Las ya milenarias bisagras de la sagrada entrada se abrieron de par en par sin el menor ruido durante el sueño de los príncipes que reposaban en sus habitáculos de tela y oro. El astro rey despertaba cuando el primero de ellos despertó y fue llevado silenciosamente a su celda dentro del edificio. Así, uno tras otro fueron penetrando, como en trance, al inalcanzable templo.

Minutos más tarde, aunque algunos jurarían que habían pasado horas en sus aposentos, cuando nadie aún se había acostumbrado a la sensación atemporal que emanaba de ese lugar, los monjes residentes llevaron a los recién llegados hasta la Sala Azul. Esta era una inmensa habitación de forma oval decorada de forma magistral con lapislázuli y trazas de oro, formando motivos abstractos y, a simple vista, caóticos. En el centro de la Sala una imponente silla con rebuscadísimas filigranas presidía un consejo de otras más mundanas que, formando prácticamente un arco de ballesta, esperaban sus reales huéspedes. Estos fueron llegando uno tras otro mas con asaz prontitud y uno a uno, a su vez, fueron ocupando sus inanimadas monturas. Y cuando todos se acomodaron, él entró: Debía medir más de dos metros y su oscurísima piel revelaba su cálida procedencia. Ataviado con blancos ropajes, y tan cuidadosamente como si de las alas de la más maravillosa mariposa se tratasen; lentamente y casi de forma reverente colocó un cojín en la silla central y se retiró rápidamente.

Tras la eternidad que duró el estupor de los asistentes finalmente alguien llegó para ocupar el único asiento vacío. También ataviado con una blanca camisa, pues no se asemejaba en nada a una sotana, y unos pantalones de fino lino que llegaban hasta sus tobillos transitó ligeramente hasta su poltrona. Su rostro era la pura esencia de la paz interior, y sus ojos… los asistentes nunca olvidarían esos ojos que parecían despertar hasta la más pudorosa de sus aún verdes Rosas y Violetas, sus genios adormecidos. Todos los presentes conocían su nombre, o su apodo, pues siempre se había hecho llamar así, pero a nadie se le ocurrió citarlo cuando cerró sus ojos y echó a dormir tranquilamente ante todos ellos. No fue hasta hora y media más tarde que El Intérprete despertó, si es que se podía contabilizar el tiempo cuando él no estaba consciente.

Lo primero que hizo tras descansar fue, para total asombro de los presentes, desperezarse. No es que nadie creyese que no tuviese derecho, pero eran tantos los mitos que circulaban sobre su persona que el simple hecho de seguir rituales cuotidianos era como aceptar como reales los sueños del enamorado que no es correspondido. Después, con calma, observó a los que debían ser sus oyentes: Ante él, todos con el rostro serio aunque claramente nerviosos, se encontraban los 12 príncipes de los reinos de Thaxia, el gran continente. << Vuestros padres ya empiezan a envejecer, todos debéis estar ansiosos por el poder, ¿me equivoco? >> Fueron sus primeras palabras. Siguió con << Quizás penséis que si estoy aquí es para enseñaros como debe ser un buen gobernante, pero realmente… aquí os enfrentáis a un reto: Debéis demostrarme que sois capaces de gobernar por encima de todos los demás. Durante los próximos tres días y tres noches se os evaluará continuamente. Ahora mismo se ha depositado sobre la cama de cada uno de vosotros una bolsa de cuero. Dentro de esta encontrareis un broche de oro con vuestro nombre y reino, un pergamino con utensilios para escribir y una llave personal e intransferible. Vosotros mismos descubriréis qué hacer con ellas, ahora id y que la batalla por el poder del rey supremo de Thaxia comience. Espero que ninguno de vosotros se resigne a que su reino sea, para las próximas generaciones, un subordinado a un gobernante o que el heredero del actual rey absoluto desee mantener ese estatus. >> Una vez hubo hablado se levantó y sin siquiera mirar a los chicos a modo de despedida abandonó la sala.

Cuando salieron de la habitación, instantes después, fue en grupo. Solo un par hicieron algún comentario. En el momento de separarse se percataron, si no todos la mayoría, que aunque las habitaciones no eran contiguas sino repartidas por todo el recinto estaban situados por proximidad de sus respectivos reinos.

Al llegar a sus celdas, todos y cada uno de ellos se encontró con el ya mencionado saquito de cuero. Revisaron a fondo la llave, se colocaron en el pecho con orgullo su broche… y también todos se sorprendieron al encontrar que el pergamino tenía ya un escrito: Un escrito de sus padres donde les hacían una recomendación, probablemente la que en el momento de redactarla les había parecido más importante. A unos se les instaba a conseguir el favor de los príncipes más próximos a ellos, sus llaves, curiosamente, eran todas doradas. A otros, en cambio, les animaban a seguir una conducta ejemplar, casualmente las llaves de todos ellos eran de color rojo. A tres de ellos se les recomendaba seguir el más líder de entre ellos y más tarde robarle ese rol, todos con sus respectivas llaves celestes. Y solo a uno se le explicaba como salir de su habitación cuando les encerraran para dormir. Una llave negra reposaba en su mano. Este último quedo extrañado ante este consejo pero no había nada más escrito en su pergamino, su padre no se lo iba a dejar fácil.


En el interior del templo era extremadamente difícil distinguir el día de la noche por el hecho que sus habitaciones no tenían ventanas al exterior, de hecho todas las estancias de Tukut’sha menos una eran internas y por lo tanto se alumbraban con velas aromáticas y lámparas de aceite. Solo había una sala que diese al aire libre, una sala cerrada por dos sólidas y macizas puertas que estaban todo el día completamente cerradas.

Así fue que, entre vela y vela, dos de los príncipes se encontraron deambulando por los pasillos. Ambos estaban buscando alguna puerta o armario en los que encajar su llave mas tras unas cuantas vueltas no habían encontrado ninguna que les permitiese su entrada. De hecho, no habían encontrado ninguna otra alma. << Buenas… Reight >> Leyó uno en el broche en forma de león del otro. << Mis saludos, príncipe Denisar >>. Más tarde en la habitación de Denisar descubrirían que sus llaves eran idénticas. A su vez, Alteight y Seleven, compañeros de juegos en las reales estancias de sus padres, íntimos amigos, observaban asombrados el interior del armario que abrían sus llaves celestes. Habían encontrado, quizás demasiado pronto, las verdaderas herramientas para conseguir el poder.

Ese mismo día, cuando les llevaron al comedor para cenar, ya no se sentaron por azar. El Intérprete, complacido, corroboró que como siempre el chico de la llave negra era el único que no hablaba con nadie, su nombre era Theros, hijo del actual rey absoluto. Sin ensayos, sin previos acuerdos, los improvisados actores representaban su papel a la perfección. Aún quedaban casi dos días de interesantísimas escenas.

La noche les sorprendió a casi todos en habitaciones ajenas. Cuando les llevaron a sus aposentos ya había algunos que renunciaban a su liderato en favor de sus recientes compañeros. Quizás se pueda pensar que soportar un día sin ver la luz del Sol puede llegar a ser sofocante, pero los príncipes constataron que es muchísimo peor intentar dormir en la oscuridad total, donde ni siquiera eran capaces de ver sus propios sueños. La noche dentro de Tukut’sha era como el mismísimo templo, eterna: Ni un soplo de aire que arrastrase el increíble olor a cera que habían dejado las velas. La temperatura demasiado fría para poder dormir. Y cuando el cálido manto de sus sueños les empezaba a cubrir, cuando la luna debía alcanzar su cénit, un increíble chirrido recorrió los cimientos del sagrado edificio, erizando el vello de todos ellos. Ese día nadie podría dormir.

Tres golpes en sus respectivas puertas les avisaron que llegaba un nuevo día. Poco a poco, como muertos en vida, nueve de ellos llegaron al comedor. << ¿Los tres que faltan? Han decidido volver a casa: Así son las noches aquí, acostumbraros. >> Fue la única respuesta que obtuvieron de uno de los encargados de recoger sus platos y traerles sus especiados guisos.

Cuando acabaron de desayunar las puertas del comedor quedaron nuevamente selladas. Otra vez volvían a tener acceso solamente a sus habitaciones, a la Sala Azul, a todos los pasillos del recinto y como novedad a la Biblioteca, donde podían pasar el rato leyendo la historia de sus propios reinos. Además, sobre sus camas tenían un nuevo pergamino, y en este, un nuevo consejo. Esta vez no era de sus padres: Era del primer usuario de su llave. Theros no tuvo pergamino. << Tampoco lo necesito >> masculló cuando Alain, que tenía una llave roja, le preguntó si conocía el motivo por el que no se lo habían entregado.

El día se presentaba largo. Otra vez los pasillos quedaron completamente vacíos: Las velas, todas nuevas, durarían hasta la hora de comer. Cuando hubieron leído todos sus respectivos pergaminos Gand, el tercer chico con una llave celeste, observaba atónito el interior de un armario vacío. Apretaba con fuerza su broche en forma de águila dentro de su puño.

En ese momento y casi en las antípodas de Gand dentro del templo una llave roja habría una pequeña puertezuela que llevaba desde un pasillo hacia una habitación un tanto curiosa. Estaba decorada con diferentes cuadros donde se mostraban escenas de lo más sangrientas de las grandes batallas entre reinos y con montones de calaveras. En la única de las cuatro paredes que no lucía esta macabra decoración unos pocos versos rezaban:


Quizás piense que la muerte te es ajena,
que en la corte suprema el rey vive feliz.
Mas quien no vea a través de las nubes
morirá con el dolor de no saber que hacer.

Todos entendieron el mensaje que daba a entender tan simple expresión, parecía que pudiese ver que su determinación era frágil como la llama de las velas que iluminaban su camino. Eran tres al entrar, el siguiente día a la hora de desayunar ninguno de ellos se presentaría a buscar su ración.

Evidentemente, las llaves doradas hicieron su función. Como aparecidos de la nada todo tipo de lujos fueron pasando de mano en mano hasta llegar a las dos mismas personas: Alteight y Seleven acumulaban sus primeros tributos debajo de sus lechos. Los demás les temían, Gand no entendía porqué.

La carne con pimienta se sirvió con puntualidad en el acogedor y pobremente iluminado comedor. Theros no comió solo esta vez: El tercer celeste, descolocado, comió con él. A su vez sus compañeros de llave disfrutaron de una comida con la corte que ya se había formado. Eso sí, silenciosa como una tumba. Fue una comida agridulce, salsas espesas y poca bebida. Hecha prácticamente para acabar de hundir los ánimos de los futuros gobernantes. << Que se acostumbren a esa sensación >> dijo más que pensó El Intérprete antes de levantar su vista de su mesa. << Recordad >> advirtió, << que solo uno de vosotros será rey absoluto. Solo uno. >> Y salió el primero, como siempre.

Ya en la biblioteca Gand se dirigió a Theros: << Reight y Denisar llevan todo el día sacando promesas a esos dos… traidores a cambio de las joyas que sacan de aún no se donde >>. << El poder es fácil de comprar si tienes con qué pagar >> contestó escuetamente el otro. << Aunque quizás deberías reclamar lo que es tuyo >>

Las camarillas se fueron sucediendo durante todo el día hasta la hora de cenar. Incluso hubo las primeras discusiones entre seguidores de Alteight y Seleven. Ninguna acabó en más que palabras cruzadas y un vaso derramado sobre un plato de espeso y caliente guiso de carne y arroz. La tensión se empezaba a hacer presente y El Intérprete sonrió.

Reight y Denisar se encontraban en la cámara del tesoro que habían abierto sus llaves doradas cuando las campanas empezaron a retumbar. Al salir al pasillo vieron a alguien corriendo a la carrera que se perdía por el entramado de habitaciones que formaban el templo. Decidieron seguirlo y se encontraron con una escena bastante macabra. En un charco de sangre, con los ojos perdidos en el techo se encontraba un chico. Una llave azul celeste reposaba sobre su camisa, hecha jirones. Su broche en forma de águila se encontraba tirado en el suelo, empapado de líquido carmesí.

Esa noche fue más pesada que la anterior. Un tenue olor a sangre se había filtrado por sus habitaciones y sus estómagos se esforzaban para digerir las pesadas comidas. Empezaban a tener sed. Esa noche, otra vez, dos chirridos recorrieron el templo: Siempre, siempre la misma historia.


Fue un desayuno pesadísimo: Leche cremosa con mucho azucar y unas pastas que rebosaban de mantequilla grasienta. De los 12 príncipes que habían iniciado esa suerte de carrera solo quedaban 5. Alteight seguido por Denisar a todas horas, Seleven al que Reight no pensaba dejar escapar y Theros, que comió poco y se fue pronto. Este último desayunó solo. Nadie habló durante la comida.

Denisar sonrió para sus adentros cuando Reight se presentó alarmado a su habitación: Había perdido su llave y estaba perdiendo el favor de Seleven. << El mundo es así >>.

Más tarde Seleven y Alteight discutirían. Ambos querían acceder a la corona. Seleven era bastante mejor estratega que su compañero mas las finanzas no eran su fuerte. Además el apoyo que recibían era descompensado pues Seleven no tenia quien le siguiese: Al ver que no le proporcionaba nada había roto su relación con Reight.

El día pasó sin más hasta que un grito alertó a todos: Venia de la biblioteca. Seleven y Altreigt habían decidido batirse en duelo con unas armas que nadie supo de donde habían salido. Fue un combate rápido y fácil. Alteight no había sido criado como guerrero y sucumbió tras pocas estucadas. Decidió abandonar el templo en ese momento, seguido por Reight y Denisar.

Fue una tarde lenta hasta que llegó la cena. Solo eran dos. El Intérprete se levantó. << El rey absoluto será uno de entre vosotros. Pocas veces abandonan tantos así que la elección será fácil. Espero al futuro rey aquí mañana para desayunar y hablar de sus funciones. Hasta mañana. >>

Esa noche el chirrido del metal contra el metal se repitió como ya era costumbre, mas esta vez y pocos minutos después como en un canon los cimientos volvieron a regruñir. El sonido de una risa histérica recorrió todos y cada uno de los pasillos de Tukut’sha.


El almuerzo era un auténtico banquete: Mariscos sublimemente combinados con arroz y salsas de infinita variedad. << No se como se lo hacen pero vienen ganando esta competición desde ya hace 500 años sin excepción >> dijo El Intérprete al nuevo soberano. << Incluso los más poderoso necesitan ver las estrellas >> contestó este con una sonrisa en su rostro. << Su estrategia ha sido digna de las mejores serpientes de la corte >>. << Gracias >>. El rey absoluto puso la aguja de su broche en el vaso de El Intérprete, dejándolo en equilibrio. << Supongo que ya no necesitaré esto para que nadie me identifique >>. << En efecto mi señor >>.


Horas más tarde el nuevo rey tiraría su llave de azabache pendiente abajo mientras volvía a casa a través de las increíblemente empinadas costas de las montañas que bordeaban el Gran Océano. Silbó y un búho vino volando y se le posó en el brazo, llevaba un portanotas en una de sus patas. El nuevo soberano recordó como gruñían las puertas de la sala que daba al exterior del templo cuando salía a refrescarse por la noche. Entonces las campanas del templo se agitaron como presas de una súbita locura y sonaron durante horas y horas. El Intérprete acababa de morir envenenado tras apurar su copa. Una nueva era de tiranía absoluta se cernía sobre Thaxia.

El nuevo rey absoluto sonrió un poco más.

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