Para variar la temática algo romántico y pasional. Escrito para un CRAC DE www.cientoseis.es:
Tarde de invierno
Hubo una vez, quién sabe dónde y cuándo, en que alguien me contó que el tiempo es un brutal torrente de acciones qué, de alguna manera, escapan al control de cualquiera. Aún recuerdo cómo reí ante tal afirmación; cómo, regocijándome de mi propia existencia, arremetí con palabras grandilocuentes y grandes aspavientos contra todos aquellos que no creyesen que el futuro siempre está en las manos de uno. ¡El destino! ¡Ha! Hermosa palabra para los cobardes, para todos aquellos incapaces de aferrarse a sí mismos y así poder navegar por su curso contra esta corriente llamada presente. Tenía tan claro qué hacer y cuando hacerlo, las decisiones eran mías, de nadie más. Era todo tan fácil...
En ocasiones, aún me pregunto qué motivo tendría el dios qué, de entre miles de nosotros, nos eligió a ti y a mí. Me cuestiono si no fue más que azar o si nuestros caminos llevaban ya milenios esperando para cruzarse. Si, en el fondo, lo que hoy siento por ti no es nada genuino, nada más que la nova tras la estrella: Un increíble destello que lleva ya un milenio tras mis pasos.
Amor a primera vista. Desde el mismo momento en que coincidimos entre las grandes corrientes de este mundo supe que mi destino era estar junto a ti. No fue una decisión arbitraria. Yo, el paradigma de la soledad ¡Era feliz! Y ahora me hallo sumido en este remolino de sentimientos contrarios, de dolor y sufrimiento. Si pudiese dormir pasaría noches en vela, si pudiese luchar capearía mil y una tormentas para volver a ti. Si pudiese, serías mía.
Ante todo, pero, quiero que sepas una cosa: Soy tímido. Quizás no lo pareciese, lo sé. Fue todo tan natural... sentía tu presencia aleteando a mi alrededor mientras, entre el rugido del viento, nosotros permanecimos juntos. Girabas y girabas cual bailarina, animando mi helado corazón a seguir tu ritmo, tu estela. ¿Fue eso lo que encendió la llama?, ¿ese instante de armonía en que nada podía interrumpirnos, en que ningún elemento hubiese sido capaz de separarnos?. Pocos creerían que tanta pasión pudo brotar de esos instantes en los que solo fuimos nosotros: Cada uno el espejo del otro. ¡Ni siquiera llegamos a tocarnos, a rozarnos¡ Mas ahora me percato de que hubiese sido un gran error. Si ya en estos momentos siento como la flaqueza inunda mi ser y lo único que me mantiene en pié es tu recuerdo, ¿qué hubiese sido de mi si hubiese recibido más? Si ya ahora me sumiría en lo más profundo del océano para encontrarte, ¿qué sería de mí si más que mi princesa fueses mi diosa y mi deber?
Miles de preguntas inundan cada rincón de mi mente mas una se encuentra por encima de las demás. Ante la certeza de que algún día llegaré hasta ti, ¿qué haré al verte? No lo negaré, me intimidas. Imaginar que estoy junto a ti me llena de júbilo y a la vez hace que me sienta insignificante ante tu nívea belleza. No soy nada a tu lado, no más que cualquier otro de los nuestros: Ni más elegante ni más entregado a ser quien debo ser. Y es aquí dónde mis sentimientos más primarios surgen a saludar el aire helado que ahora me acompaña. La rabia y la impotencia se apoderan de mí y me llenan de oscuras ambiciones, de terribles pensamientos. Algo, muy profundo, llama mi espíritu a las armas, algo que prefiere morir contigo a vivir sin ti. Si pudiese empuñar una espada, una lanza, una simple rosa... Son tantos los deseos que surcan las costas de mi conciencia y que no pueden ser saciados, ¡Tantos!. No estoy seguro que nadie me llegue nunca a comprender, ¿por qué motivo tengo que ser tan diferente a ti, a todos los demás? ¿Por qué?
Quisiera enterrar mi rostro entre mis manos y mis puños sobre otros ajenos. Quisiera poder sacar todo esto que llevo dentro sin tener que hablar contigo, o conmigo mismo pues, en ocasiones, ya no se para quien hablo: Si para ti o para mí.
Odio este vaivén que ahora me sostiene aquí, perdido. Giro y giro, buscando lo poco que de ti me queda, y solo veo exactamente lo que la última vez. ¿Impaciente? Por ti, no. Ni siquiera creo que seas capaz de imaginarte lo que he llegado a anhelar tu presencia. De hecho, no creo que me recuerdes, o que me vieses, o que Seas... Esta última opción me horroriza, me desborda, me enloquece. La posibilidad de que no tengas conciencia es algo que incluso prefiero obviar, no sería posible. Hubo demasiada tensión en ese momento mágico, fue mucho más que un simple voltear alrededor de un punto de equilibrio, ¿verdad? ¡¿Verdad?!
Oh, Dios, dioses, o quien sea que tiene poder para reinar aquí, ¿de verdad permitiríais una injusticia así? No respondáis, por favor. En lo más profundo de mi ser hay algo que prefiere no conocer esa respuesta.
Ser único es algo que muchos buscan y no encuentran. No son capaces de imaginar lo duro que es saber que quizás eres uno. Tan diferente que no puedes más que lamentar tu propia soledad. El hecho, pero, es que yo se que solo no estoy. Algunos otros como yo he encontrado durante mi eterno periplo, todos con alguna meta, algún objetivo, alguna obsesión. Todos deseaban necesitar para sentirse más vivos. Me envidiaban, yo era el único libre entre tantos encadenados. Y ahora he pasado a ser el que sus argollas no dejan siquiera respirar.
Debes saber que cada vez estoy más cerca del fin de esta etapa. En nada seguiré mi largo camino en tu búsqueda. Esta vez por lagos y ríos, por las cimas de las montañas y por las grietas de los glaciares. Esperame, que ya estoy llegando... Desde esa vez, ese fatídico instante en el que las turbulencias del destino nos separaron, no he dejado de sentir que te acercabas. Una y otra vez. Tal vez aquello a lo que yo llamo conciencia no es más que una variante de la locura, algún tipo de bucle infinito de pensamientos: Una órbita cerrada alrededor de ti. Es evidente, pues, que eres mi astro rey, el Sol que más que abrasarme con su calor me arropa con su recuerdo. O quizás eres mi mundo y yo soy tu Luna, siempre cayendo por ti pero nunca hacia dónde tu te encuentras, iluminada solo mientras tu no decidas eclipsar la poca luz que sobre mi ya incide. ¿Quien iba a decir que yo, precisamente, acabaría así? Y lo que es más triste es qué, en lo más profundo de mi, anidan las mayores dudas y no las mayores verdades. No puedo dejar de imaginar un universo en el que no llego a encontrare, o una noche en la que te encuentro y no hay más que un helado vacío, una ausencia de todo excepto materia.
De lo que no tengo dudas, pero, es de que te reconoceré, estés en el estado en el que estés. Seas pura e inmaculada, seas dura y helada, seas sencilla y escurridiza, seas una o seas millones. Tu esencia es todo lo que yo quiero, lo que necesito. Solo busco tu compañía y, si fuese posible, si tu me quisieses tanto como yo a ti, intentar convertirnos en uno. Quizás te parezca atrevido, o aberrante, o como prefieras llamarle, pero no estoy muy seguro de que pudiese ser feliz sabiendo que, en cualquier momento, puedo perderte de nuevo. ¿Egoísta? Sí, probablemente. Pero ¿es ser egoísta no querer perder lo que en verdad amas? Yo creo que no. No me planteo siquiera el hecho de que puedas pertenecer a otro. No quiero planteármelo pues solamente la imagen ya provoca un dolor infinito en mis entrañas. Y es difícil reprimir tanto sufrimiento cuando se que, en el fondo, nunca serás totalmente mía: Llevo demasiado tiempo fundiéndome, sublimando, dejando que mi corazón precipite y pase a ser parte de una red mucho más grande y sólida para poder moverme a través de los grandes océanos cómo para saber que dos nunca serán uno. Es algo natural: Si para dos esencias unirse fuese tan fácil ¿qué sería del amor, de la pasión? ¿Dónde quedarían los celos, las inquietudes?
Aún así, no perdamos la esperanza. Si yo puedo sentir este cauce de emociones sin ser quien debería, ¿por qué motivo no deberíamos poder romper las reglas para estar juntos? Unas normas creadas por algún dios aburrido que no quería más que complicarnos la existencia. Del mismo modo creó el dolor, el frío, el miedo, el sufrimiento, y cada día los afronto con dignidad y los desprecio para poder seguir. Seguir sin ti.
¿Te he hablado nunca del tiempo? Seguro que sí, quizás incluso hoy mismo. O ayer. O ambos. De hecho agradezco tu silenciosa escucha, tu paciencia conmigo, pero lo entiendo. Si tu me hablases una, mil, un millón de veces, no cansaría tu voz. Si me repitieses lo mismo una, mil, un millón de veces, no cansaría tu conversa. Si te viese una sola vez más, solo una, no cansaría mi viaje pues, con la certeza de que te puedo encontrar, lo repetiría hasta el atardecer de la realidad.
Hoy hace un día precioso, la verdad. El aire está quieto y muchos de nosotros lo surcamos de aquí para allá con una calma inusitada. ¿Es esto lo más triste? ¿El hecho que de entre miles seas la única que no soy capaz de encontrar? ¿O es que todo ésto no es más que el precio a pagar por la felicidad? Si es así, nadie nunca me advirtió de que la soledad era mejor que este estado de entre muerte y vida. Quizás, si hubiese sido consciente de que ésto solo me llevaría a este pozo sin fondo hubiese cerrado mi vista al mundo y me hubiese dejado llevar por las corrientes del tiempo. Con algo de suerte, de azar, no hubiese sentido tu increíble presencia, no hubiese quedado prendado de un posible imposible. Mas admito que siguiendo este camino de tirocinio y paciencia he descubierto cosas de mí que nunca hubiese imaginado. He encontrado por entre los recovecos de mi ser vestigios de emociones que no sabía ni que existiesen: Ofuscación, desesperación, esperanza, valor, obsesión, y la peor de todas, la frustración. Sentirme encerrado dentro de este cuerpo que parece no querer obedecer ninguno de mis mandatos es algo que me supera, me exaspera. Mi alma se estremece al sentirse atrapada en algo tan inerte, al no poder expresarse ante el mundo como un ente libre, y, sin embargo, lo que siento por ti ahora es tan humano... Maldita y triste ironía es lo que los dioses regalan cuando nos hacen esto, cuando permiten que un alma anide en nuestros corazones. Y más cuando ésta es capaz de sentir, de amar, de llorar.
A cada segundo que pasa me acerco más a mi actual meta y eso me reconforta. Lenta pero inexorablemente sigo el camino que el mundo decide por mí y espero que sea el que el destino cree que es la mejor ruta para llegar a ti. Las grandes corrientes me llevan en pos de mi destino y mi opinión en ello es nula, inocua. Ya quisiera yo volar a un palmo del suelo, surcar los mares a cientos de millas por hora, correr tras tus sombras cual amante siguiendo su querida en noche cerrada. Desearía poder preguntar por ti a cada rincón, encontrar un pañuelo de seda asido a un balcón para llegar a tu lecho.
Hace poco he conversado con otro cómo yo, cómo tú, cómo nosotros. Ha dicho algo que me ha hecho reflexionar mucho: “No soy nada a tu lado, no más que cualquier otro de los nuestros: Ni más elegante ni más entregado a ser quien debo ser.”. Quien iba a decir que un semejante conseguiría qué, de nuevo, pensase en ti. Me siento afortunado, pero, de encontrar gente que me hable de vez en cuando. No puedo negar que su voz me recuerda a la mía y eso es algo que nos une a todos, ¿te das cuenta? Seguro que cuando en tu alma resuenan mis palabras piensas lo mismo, ¡es inevitable! Alguna conexión ha de existir entre todos para que no pensemos que estamos solos, para que seamos conscientes de que nuestra existencia no es única. O al menos, y por el bien de mi cordura, así lo espero.
El final está aquí, viene lentamente a mi encuentro. Hace frío, mucho, por lo que tendré tiempo de sobras para prepararme la siguiente etapa. Para familiarizarme con mis nuevos y simples compañeros de viaje. Unos ya llevan un tiempo conmigo, otros nos esperan con los brazos abiertos, juntos, compactos.
Quizás no llegue nunca a sentir como un humano. Quizás mi existencia quede en una mísera anécdota, en uno que sintió cuando no debía, en una misera gota de escarcha, un solitario copo de nieve que se enamoró de un semejante y que vagó eternamente en pos de este. Probablemente no estaré nunca completo pues soy solo conciencia atada a un ancla helada que me convierte en prisionero del mundo, un prisionero inmortal que representa el amor en su faceta más dura. Nunca seré mortal y esa es la única oportunidad que me queda para encontrarte.
Hasta ese momento se que no volveré a ser feliz y éste será mi tormento. Quizás no llegue a sentir como un humano, no, pero hay algo de lo que estoy seguro: Ésta, seguro, debe ser una bonita tarde de invierno.
Albert, ets molt gran en serio, escrius genial...
ResponEliminaBIBAH GRAU